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Aprender con las manos

Brightworks & Tinkering School: las escuelas donde los niños aprenden a hacer ‘cosas peligrosas’

Su fundador, Gever Tulley, nos explica por qué es importante que los niños fabriquen objetos reales
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En una conversación con Habilis desde San Francisco, este ‘maker’ de referencia en los EE. UU., nos habla en qué consiste su método de aprendizaje manipulativo y como se lo hace para motivar los niños.
21 de noviembre de 2022 –
 Sònia Casas

Hace más de 15 años, el informático autodidacta Gever Tulley fundó dos centros educativos: Brightworks, de actividades extraescolares, y Tinkering School, un campamento de verano. Los dos están situados en San Francisco (EE. UU.) y se fomenta que los niños y niñas ejecuten proyectos reales y aprendan a hacer todo tipo de herramientas para fabricar desde la silla donde se sentarán todo el curso hasta una montaña rusa.

¿De dónde le viene estas ganas de hacer coger a los niños herramientas de taller? ¿No le da miedo que se hagan daño?
Hacerse daño es parte del aprendizaje. En la Tinkering School las estancias suelen ser de una semana y yo siempre digo a los padres y madres que pueden estar convencidos que los volveremos los niños con alguna tirita, corte o arañazo, pero también con decenas de experiencias y aventuras vividas.

¿Cómo qué?
Jugar solos en el bosque, pensar cómo construir un objeto, manipular un martillo, un destornillador eléctrico, un taladro o una sierra… Los enseñamos a manipularlas para que cojan la confianza necesaria para usarlas de forma segura

¿Y cómo le vino la idea de crear un centro educativo de este tipo? ¿Todo esto los niños americanos no lo aprenden a hacer en los garajes de casa suya?
¡Ha, ha, ha! Esto era antes! Justamente, todo empezó cuando me di cuenta que mis amigos no permitían hacer a sus hijos las mismas cosas que nosotros habíamos hecho de pequeños: subirnos a los árboles, remover con un palo las brasas de una barbacoa apagándose, manipular un cúter para cortar una lata…

¿Y porque cree que nos hemos vuelto tan sobre-protectores?
Del exceso de información, supongo. Las noticias que nos llegan constantemente nos han hecho cambiar la percepción de la sociedad y de la infancia. Cada día vemos noticias de niños que han sufrido tal o cual desgracia, accidente, situación de riesgo… pero no lo filtramos bien y perdemos la perspectiva. En realidad, las posibilidades reales que esto le pase a nuestro hijo, matemáticamente hablando, son muy bajas.

Nada justifica que, por culpa de nuestros miedos, los niños se pierdan experiencias fundacionales de la infancia

Usted, en sus conferencias, habla mucho del aprendizaje desde la pasión. ¿En qué consiste?
En que el niño aprenda desde una motivación o necesidad concreta. Y esto nosotros probamos de conseguirlo o bien creándole una necesidad o bien haciendo propuestas que despierten su curiosidad y convirtiéndo esto en el hilo conductor de todo el arco de aprendizaje. Y no hablo solo de un aprendizaje intelectual o físico sino de un aprendizaje vital.

¿Puede poner un ejemplo concreto?
Sí, la construcción de la montaña rusa, uno de los primeros proyectos que hicimos en el campamento de verano. La fabricaron niños y niñas de entre 10 y 14 años durante 6 días. Fueron jornadas maratonianas de 14 horas de trabajo, con un montón de dificultades técnicas que hizo falta pensar cómo resolver, muchísimo calor, muchos errores que tuvimos que enmendar sobre la marcha… Pero, al anochecer, ninguno de ellos se quejaba o rememoraba las partes negativas.

En nuestra escuela los errores se celebran y se analizan, nunca se penalizan o se perciben desde la frustración

Justamente, muchos maestros aseguran que, a los alumnos, cada vez les cuesta más tolerar la frustración, gestionar los errores y recibir un no por respuesta.
Sí, por esta razón hay que fomentar que se topen con obstáculos y forzarlos a superarlos. El beneficio emocional que extraen es enorme y los enseña a perseverar cuando se equivocan.

Se puede enseñar a un niño a aprender de los errores o es un tipo de aprendizaje que solo podemos aprender de forma autodidacta, para entendernos.
Se puede enseñar, creo. Yo los invito a mirarse el error como si fueran detectives en la escena de un crimen. Tienen que coger todos los detalles, analizarlos y detectar qué pueden aprender. Y cuando lo hago así, enseguida veo emerger en ellos una emoción que los invita a indagar en aquel problema y lo mejor de todo, a resolverlo.

¿Y no se impacientan? Porque es otra característica de los niños de hoy en día…
Cierto, son impacientes. Tenemos un proyecto para trabajar la impaciencia que consiste en hacerlos construir su propia silla para sentarse. Lo hacemos con los niños que asisten a las extraescolares durante todo un curso. Los hacemos construir su propia silla y la usan hasta que se les rompe. Y el caso es que, como la hacen con tornillos, la silla siempre se mueve, es inestable y siempre les queda algún tornillo suelto y lo enganchan con cola y les vuelve a fallar. Y en esta interacción durante todo el año con la silla acaban para entender que las cosas no son inmediatas, que todo requiere tiempos y pericia.

Todo lo que hemos hablado hasta ahora son actividades extracurriculares. ¿Os habéis planteado insertar este tipo de aprendizaje dentro de una clase reglada? ¿Es posible combinar el método de la Tinkering School con los currículums académicos?
Sí, de hecho, lo estamos testando con un proyecto concreto relacionado con la exploración de Marte. Se trata de un trabajo por proyectos que consiste a planificar un plan de exploración de Marte y acabar pilotando un Rover como el Perseverance.

¡Caramba! ¿Pilotar de verdad?
Sí, sí! El proyecto se divide en dos partes. Durante el curso se hace toda la preparación previa, la planificación, se construye un planetario, trazamos las rutas, fabricamos prototipos y se conectan unas tabletas en un Rover real, físico, que se mueve en un espacio que simula la superficie de Marte. A veces, les hacemos trazar una ruta y los niños se marchan a dormir sin saber hasta el día siguiente si el Rover habrá completado el camino con éxito o si se habrá estrellado contra una roca o caído por un acantilado. Es una gratificación diferida muy buena de experimentar.

¿Y la segunda parte?
Durante el verano, se construye un Rover lo más real posible y se le hace ir por el medio de un desierto muy similar a la superficie marciana.

Imagino que en la conceptualización de este proyecto habéis contado con la ayuda de científicos.
Sí, astrofísicos, ingenieros y también miembros del equipo creativo de Star Wars, que nos mostraron los trucos para grabar y mostrar los prototipos de forma que parecieran reales y no un juguete. Nos pudimos dedicar a fondo a prepararlo porque lo hicimos durante el momento más duro del confinamiento por la COVID, cuando todo estaba medio parado.

Puesto que lo menciona. En el ámbito educativo, ¿usted qué conclusiones ha extraído de la experiencia de la pandemia?
Creo que mostró claramente la fragilidad del sistema educativo. Durante el confinamiento estricto, el sistema se rompió y aquí, en los EE. UU., a muchos jóvenes les ha costado mucho volver a sentarse en las aulas y seguir clases regulares. De alguna manera percibieron que podían aprender de nuevas maneras, sentirse más autónomos y sin tener que estar tan vinculados a una aula cerrada y un entorno establecido. Ahora mismo en los EE. UU. hay un boom de escuelas independientes que buscan nuevos discursos y paradigmas.

¿A qué se refiere con nuevos paradigmas?
Cada vez aumenta más la percepción de que hay que crear una nueva cultura centrada más en la fabricación de los objetos y menos en su consumo, sobre todo el de usar y tirar. Y esto impacta en la educación que se quiere dar a los niños.

En los últimos años, de estas escuelas alternativas salen los alumnos que obtienen las mejores puntuaciones en las universidades más prestigiosas.

El aprendizaje que obtiene un niño cuando planifica y fabrica un objeto real con sus manos transciende el intelecto. Es un aprendizaje vital

Y esto desconcierta.
Sí, a las universidades top los desconcierta mucho. Pero vivimos tiempos de desconcierto generalizado, ¿no crees? Todos estamos como desesperados a la espera que emerjan nuevos modelos, nuevas energías… A los jóvenes, el discurso tradicional de la escuela, aquel del estudia y obtendrás un buen trabajo ya no les sirve. Y tampoco los motiva mucho ver como verdaderos criminales y gente sin formación ni escrúpulos acaba dirigiendo países.

¿Y cuál podría ser un nuevo discurso de este nuevo paradigma escolar?
El inventor del FabLab, Neil Gershenfeld, dijo que la diferencia entre una escuela tradicional y un centro de educación maker consistía en el hecho que en la escuela se explica todo por si acaso lo necesitan, mientras que la educación maker explica cada cosa justo en el momento en que es necesaria. O sea, se les detalla aquello que necesitan en cada momento para poder ejecutar aquello que se les pide que hagan. Y esto es exactamente el que intentamos hacer también nosotros.

Si queréis saber más, aquí tenéis un enlace en su conferencia TED y en su libro: 50 cosas peligrosas.

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