“Lo habéis entendido?” Las cabezas asienten con seguridad y nos sentimos satisfechos. ¡Lo hemos conseguido! Un minuto después se levanta un brazo y una voz pregunta: “Qué tenemos que hacer ahora exactamente, profe?”
Esta escena tan recurrente en un aula no siempre indica que el alumno estuviera distraído. A veces nos escuchan pero no acaban de comprender las indicaciones o los contenidos que les damos, porque una cosa es escuchar la voz de alguien y otra de muy diferente, escuchar a alguien y comprender todo lo que nos dice.
Los dos tipos de escucha
- Escucha pasiva. Cuando los estudiantes escuchan música o se envían furtivamente un mensaje de texto durante la clase no quiere decir que no escuchen, pero ciertamente su atención no es total. Esto afecta su capacidad de comprensión.
- Escucha activa. Implica escuchar, reaccionar y responder al individuo que habla. Es una manera de indicar que has entendido lo que se dice. Durante esta escucha se asiente con la cabeza, se hacen expresiones faciales o se hacen pequeñas confirmaciones verbales. Estos oyentes activos quizás no entienden completamente aquello que se les dice, pero tienen la disposición para llegar a entenderlo.
En definitiva, la escucha activa es una práctica que requiere compromiso y enfoque; pero lograrlo con niños o jóvenes no es sencillo.
Aquí tenéis 5 estrategias para favorecer este tipo de escucha en el aula, de una manera parecida a cómo llenaríais vacíos académicos en el aprendizaje.
1. Huye a la de tres
Como su nombre indica, es una estrategia para mantener a los oyentes en alerta y es muy adecuada cuando se hacen presentaciones. Consiste en pararse cada 5 minutos para pedir tres sugerencias, ideas o información sobre aquello de que se está hablando. Lo ideal es obtener la intervención de tres personas diferentes antes de continuar hablando.
2.Fomentar que tomen apuntes
Parece ser que, cuando escribimos las cosas (manualmente), tendemos a recordarlas mejor, sobre todo cuando el contenido de que se trata son instrucciones o pasos a hacer. Podéis ofrecer a los estudiantes tres opciones: escribir, hacer esquemas o hacer dibujos para aquellas personas más visuales. Lo importante es que lo hagan manualmente.
3.Usar escalas de puntuación y signos
Es una buena manera de hacer que los alumnos se autoevalúen y vayan viendo qué es su grado de escucha y si su nivel de comprensión es eficiente. Estableced un método para mesurarlo concreto y directo: un pulgar hacia arriba es un indicador positivo, en una escala de 0 a 10, 10 es fantástico. Esto es todo. Quizás os puede parecer una tontería pero, haciendo esto, los alumnos no solo aprenden a comunicar que entienden las cosas, también les estás ofreciendo la oportunidad de autoevaluarse y hacerlos pensar sobre su capacidad de comprensión.
4. ¿Qué es lo que no entiendes?
En lugar de decir “Lo habéis entendido?”, hacedlo al revés. “¿Qué es lo que no habéis entendido?” Esta pregunta anima a los alumnos a pensar en lo que han escuchado y a responder de forma concreta (y no solo con las cabezas asintiendo como suele pasar en la otra).
Otra manera de formular esta pregunta en la clase es preguntando: “¿Qué pasa con esta idea? ¿Tiene sentido para vosotros?”
Los alumnos, cuanto más se dediquen a aclarar preguntas, más inclinados estarán a desarrollar el hábito de la metacognición, es decir, a pensar sobre sus pensamientos, conocimientos y sentimientos sobre un tema.
5. El reloj de intervalos
Esta estrategia se basa en dejar que el reloj os ayude a marcar los tempos necesarios para escucharos los unos a los otros y es muy idónea para trabajos en grupos. La manera más fácil de conseguirlo es configurando un temporizador para establecer el tiempo que creéis que vuestros alumnos tendrían que hablar y escuchar las ideas de los otros sobre aquello que se está hablando en clase.