El auditorio de la Fundació Catalunya La Pedrera se quedó pequeño el pasado viernes 16 de junio para dar la bienvenida a la tripulación del Hypatia I, la primera expedición formada por nueve mujeres catalanas (siete tripulantes y dos reservas) que ha llevado a cabo un simulacro de cómo sería sobrevivir en el planeta Marte, conviviendo y trabajando durante doce días en la Mars Desert Research Station, la Estación de Investigación del desierto de Marte, ubicada en Utah, en los Estados Unidos, un entorno donde la orografía, la geografía y las condiciones climáticas extremas son similares a las que se podrían encontrar en el planeta rojo.
Vestidas con el uniforme azul y dos medallas en forma de laurel colgadas, símbolo que la misión ha terminado con éxito, Mariona Badenas-Agustí, Carla Conejo González, Ariadna Farrés Basiana, Laia Ribas, Nuria Jar, Neus Sabaté, Cesca Cufí-Prat, Anna Bach i Helena Arias, dieron a conocer las principales conclusiones de esta experiencia que tenía por objetivos “hacer investigación de calidad y excelencia con relación a la exploración espacial, divulgarla a la sociedad y ofrecer referentes de mujeres científicas de disciplinas y edades diferentes para inspirar vocaciones STEAM entre niñas y mujeres”, destacó Nuria Jar. Precisamente, Jar, periodista en Catalunya Ràdio, es la única mujer no científica de la expedición que ha contado con profesionales del ámbito de la ingeniería, la tecnología, la astrofísica, las matemáticas o la biología.
Recrear la vida en Marte
“Una misión tripulada en Marte es muy arriesgada y costará mucho dinero”, aseguró la ingeniera Mariona Badenas-Agustí, comandante de la expedición. Ella, junto con la bióloga Carla Conejo González han sido las máximas impulsoras de Hypatia 1, que ha servido para empezar a generar protocolos “sobre todo aquello que podría funcionar y aquello que no serviría” en un posible viaje en Marte, puntualizó la joven científica Helena Arias, miembro de reserva de Hypatia I.
La vida durante doce días en la Mars Desert Research Station ha transcurrido con un horario y planificación milimetrados de 7 de la mañana a las 22 horas de la noche, donde las expedicionarias han tenido que buscar recursos y soluciones a la falta de agua y alimento, las dificultades de comunicación con la Tierra, la desorientación, los problemas de gravedad, las temperaturas extremas o la convivencia en un espacio muy reducido, además de llevar a cabo los más de 30 proyectos de investigación y divulgación que se han desarrollado.
Tres pepinos a repartir entre siete personas
Una dieta basada en la comida deshidratada -lácticos, huevos, verduras y frutas- y algún producto fresco ha sido la alimentación principal de las expedicionarias que pudieron comer “tres pepinos a repartir entre todas y medio tomate cherri a diario”, precisaba Laia Ribas, principal responsable del invernadero de la base: “Tenía que mantener la temperatura, regarlo, cuidar las plantas y recoger algún vegetal que alegrara las comidas”.
Durante doce días el huerto del invernadero ha producido 713 gramos de pepino, 498 gramos de tomates charle y 269 gramos de brotes de ensalada y plantas aromáticas como menta y albahaca.
Además de la alimentación, la falta de agua ha sido el desafío más importante durante la estancia. Las tripulantes solo se pudieron duchar tres veces cada una e hicieron un control exhaustivo del gasto hídrico por persona y día. Según la ingeniera Neus Sabater, de los 2.000 litros que tenían disponibles solo gastaron 1.000: “Hacíamos un gasto de 13,4 litros por persona y día (en Cataluña la media es de 230 litros por persona y día según el ACA, la Agencia Catalana del Agua). Con esta limitada cantidad nos teníamos que duchar, lavar platos, cocinar o limpiar”, explicó. En este sentido, uno de los proyectos de investigación de Sabater fue conseguir fabricar baterías basadas en materiales ferrosos que funcionaban a partir de la orina de las tripulantes: “Las baterías pudieron encender unas luces de led que hicieron crecer algunos brotes germinados. La orografía de Utah es muy similar a la superficie marciana porque las rocas tienen mucho cultivo de hierro. En un futuro, de manera sistemática, podremos extraer hierro de las rocas marcianas, fabricar baterías con la orina de las tripulantes y utilizarlas para hacer cultivos”, aseguró.
Sin conexión y con exigentes medidas de seguridad
Las comunicaciones con la Tierra desde la base simulada en Utah también han sido restringidas. La tripulación disponía de tres de horas diarias de conexión para enviar informes y crónicas de la jornada, respetando el tiempo de retraso de los mensajes de Marte a la Tierra que oscila entre los tres y los veinte minutos. Además, durante las salidas extravehiculares, momento en que dos de las tripulantes pisaban suelo marciano vestidas con la escafandra y los uniformes espaciales, había que seguir estrictas medidas de seguridad y mantener con cuidado los protocolos de comunicación internos y externos con la base. “Estas salidas eran muy importantes porque no daban pie a la improvisación. Teníamos que explicar porque las hacíamos, qué zonas rastrearíamos y quién sería el responsable de comunicarse con las tripulantes fuera de la base”, describía Ariadna Farrés, responsable de seguridad y salud de Hypatia I. Para mantener la salud física y mental de las científicas durante la misión, Farrés también fue la encargada de ofrecer sesiones de yoga, talleres de papiroflèxia por San Jorge o elaborar pan casero para el almuerzo.
Las salidas extravehiculars eran una de los momentos más emocionantes del día donde había que seguir las estrictas medidas de seguridad tanto en la salida de la base como en la llegada.
El ciclo menstrual en una misión marciana
Si bien uno de los principales objetivos de Hyatia I es el de crear referentes de mujeres científicas, por primera vez la misión también ha permitido estudiar la adaptación del género femenino en una misión de estas características. Durante la estancia, la bióloga Carla Conejo González ha llevado a cabo diferentes estudios sobre la regulación del ciclo del sueño o la alteración del ciclo menstrual de las tripulantes: “Estos proyectos quieren aportar conocimiento muy valioso sobre el desarrollo de las tripulaciones y especialmente tripulaciones femeninas porque existen muy pocos datos sobre cómo afectan estas misiones con liderazgo femenino como la nuestra”.
El balance más que positivo de esta primera expedición ha favorecido que las expedicionarias anunciaran una segunda edición de Hypatia para el 2025. Ya es seguro que estarán la comandante Mariona Bàdenas-Agustí, la matemática Anna Bach y la ingeniera Helena Arias quien animó a apuntarse a todas aquellas jóvenes y mujeres interesadas en la ciencia más allá de su carrera profesional: “A partir de ahora ya buscamos las nuevas integrantes de Hypatia II que nos acompañarán en esta nueva aventura fijada por el 2025”, anunció.
La misión Hyatia I ha sido posible gracias al apoyo de muchas entidades públicas y privadas, entre las cuales la Fudnació Catalunya La Pedrera, la Fundació Banc Sabadell y la Generalitat de Catalunya.