Sábado 18 de febrero. Ocho de la mañana. En la entrada principal del campus de Poblenou de la UPF, 29 equipos de chicos y chicas de 10 a 16 años, nerviosos y emocionados, esperan que se abran las puertas acompañados de sus entrenadores y las familias que tampoco quieren perdérselo .
Es la primera vez que la UPF acoge la First Lego League (FLL). Desde que Vladimir Estivill, director del Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la UPF, llegó a la Universidad tenía claro que había que impulsar encuentros como esta: “Son estimulantes para los jóvenes. Quizás no serán ingenieros pero todo el mundo tendría que saber qué es la programación y tener experiencias tan enriquecedoras como esta”. Entiende que también es un aliciente para el profesorado, motivado para mejorar conocimientos y enseñanzas de tecnología para que sus equipos progresen.
«Soy maestra y sé que encuentros como éste son una oportunidad para potenciar el trabajo en equipo, descubrir los talentos y las debilidades de los compañeros, trabajar la voluntad y el esfuerzo», explica Cinta. Hoy ha venido en calidad de madre. de las veteranas. Se estrenó hace años con su hijo mayor, que después de descubrir la robótica estudió dos ingenierías, y ahora es su hija pequeña, Anna (15) de la Escuela Canigó de Barcelona. participa por segunda vez: «Ella está contentísima, y no me extraña porque es una experiencia preciosa», afirma.
Para Pol (11), éste es su primer año. Forma parte de los Creolians y hace robótica como extraescolar en la escuela. Estaba deseando que llegara el día para ver cómo eran los proyectos de los demás equipos y para que sus padres vieran cómo es su robot.
Para Joan (10) este es uno de los dias más importantes del año. Cuenta que del 1 al 10, le gusta un 12.
“Me gusta todo, construir el robot, programar e intentar las misiones con mis compañeros”, prosigue Joan. Está convencido que a solas no podría conseguir los mismos resultados y que siente un equipo pueden trabajar más rápido y lograr más misiones.
Hugo (14), Iu (14) y German (14), miembros del equipo Robopros de la Escuela San Felipe Neri de Barcelona, son más grandes, coinciden que tenían muchas ganas que llegara el encuentro presencial. “También me gusta desarrollar el proyecto de innovación, compartiendo ideas con otros compañeros para aportar soluciones, y hacer el robot”, apunta German.
El papel de los arbitros y voluntarios
En Lluis Rovira ha sido el ganador del premio a Mejor Entrenador. Llevaba dos equipos, los Creolians y los Gastrononómicos, de 6.º de primaria de la Escuela Canigó de Sant Just. Ha sido su primer año como entrenador y tiene intención de seguir: “Estoy estudiando química pero la robótica me gusta y tengo la intención de ser profesor de secundaria. La FLL es perfecta, me permite tener un trabajo donde hago robótica, me enriquece y también entusiasma a los chicos y chicas”.
Pablo (18) asegura que cuando se estrenó a la FLL, en 2018, no se hubiera podido imaginar todo el que consiguieron con su equipo, llegando a la final nacional e internacional varias veces. Tanto entonces como ahora, que es árbitro desde hace dos años y uno de los 35 voluntarios del acontecimiento, disfruta con la FLL. Admite que le influyó positivamente y contribuyó a que esté estudiando Ingeniería Mecánica.
“Además de aprender robótica también se trabajan otras competencias básicas indispensables por la vida adulta”, explica Pablo.
Emily (18), estudiante de Ingeniería Biomédica a la UPF, se estrena como voluntaria después de haber participado como estudiante. “¡Está todo muy preparado! Está la programación, el proyecto de innovación, el trabajo en equipo y la creatividad tanto para hacer el robot como para pensar soluciones”.
Mucho más que una competición
El programa educativo FLL empezó hace más de 25 años y hace 17 que se celebra en España. Se desarrolla sobre todo en centros educativos que se inscriben en el programa para desarrollar proyectos y la robótica educativa.
Cada edición se plantea un desafío sobre una temática común, este año era la gestión de la energía
La experiencia educativa se desarrolla en una primera fase en el aula con el profesor / entrenador, donde forman el equipo, negocian ideas y modelos de trabajo, diseñando y programando el robot y decidiendo estrategias.
La siguiente fase son los encuentros presenciales, la culminación del proceso educativo, cuando se encuentran los participantes en los diferentes acontecimientos locales, compartiendo su pasión por la robótica y la programación, interaccionan con otros equipos, presentan sus proyectos de innovación ante un grupo de jueces e intentan lograr diferentes desafíos puntuables con sus robots.
De cada acontecimiento local –en España se celebran 32 este año entre los meses de febrero y marzo–, surgen uno o dos equipos que participarán en la final estatal, que será el 26 de marzo a Cartagena (Murcia). De aquí se elegirá un equipo que irá a la final internacional en abril a Houston.
Desde la organización insisten que de entrada el premio es participar y celebrarlo en un acontecimiento de reconocimiento como los torneos de la FLL, donde todos los participantes obtienen medalla y diploma.
Más allá de los elegidos para participar a la final nacional, hay una decena de reconocimientos (mejor entrenador, jóvenes promesas, proyecto de innovación, diseño, valores, etc.), un detalle que evidencia la voluntad de potenciar la experiencia.
Este es el segundo año que Ingeniar@soy organiza el programa FIRST® LEGO® League en España y Andorra. Javier Butragueño, presidente de la Asociación reconoce que están especialmente contentos que la edición de este año sea presencial: “El esencial es la vivencia, es la culminación del proyecto educativo que ofrece esta experiencia comunitaria y el reconocimiento alrededor de las áreas STEAM”, afirma.