Explica el neurocientífico, genetista y doctor en biología David Bueno que es gracias a las emociones que los aprendizajes ganan eficiencia, motivan al alumnado y ayudan a fijar los conocimientos, es decir, pasado el tiempo se recuerda aquello que se ha aprendido. En una época donde la tecnología amplía su presencia en el entorno educativo, de manera acelerada a raíz de la pandemia, y donde se debate sobre el significado del verbo aprender, conversamos con el profesor Bueno para entender las reacciones de nuestro cerebro ante estos nuevos estímulos educativos y saber cómo se consolidan los aprendizajes derivados de herramientas de tecnología educativa.
¿Usted ya ha utilizado lo ChatGPT?
Sí, de vez en cuando entro. Tengo curiosidad por saber qué me explica sobre alguna pregunta que le quiero hacer y también he intentado saber si es capaz de responder parte de los problemas que planteo a mis alumnos. Me ofrece respuestas, pero no se ajustan del todo a lo que yo le estoy pidiendo.
¿Percibe esta herramienta como una amenaza o como una oportunidad educativa?
Siempre lo veo todo como un reto, ¡me cuesta ver las amenazas! Estos días estamos elaborando el examen con los cinco compañeros que impartimos la asignatura de genética en la universidad y un par de preguntas que he propuesto las he basado en el ChatGPT. (…) Me ha costado, porque he dedicado más tiempo, teniendo en cuenta que es nueva, pero me lo he pasado muy bien pensando cómo la podía hacer.
“Hay que tener siempre actividad el espíritu crítico por saber cuando las máquinas no dicen el que es correcto”
¿Qué uso educativo se les tendría que dar a herramientas de inteligencia artificial como este chat bot?
Es un sistema que permite recopilar información, pero quien tiene que decidir qué información es válida y hasta donde la podemos utilizar somos las personas. En una ocasión me encontré un conductor convencido que quería bajar por la calle Aribau de Barcelona, cuando el sentido de esta vía es la contraria. Todo el mundo subía, pero él quería bajar porque así se lo indicaba su GPS. Hay que tener siempre activado el espíritu crítico por saber cuando las máquinas no dicen lo que es correcto.
¿Y las herramientas de tecnología educativa fomentan o apagan el espíritu crítico de niños y adolescentes?
Lo pueden fomentar si le preguntamos cosas y después las discutimos. La gracia no es hacer preguntas al ChatGPT y quedarnos con la respuesta que nos da, porque a veces estas respuestas incluyen falacias. ¿Nos las creeremos? (…) Tengo un amigo que trabaja en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en temas educativos y ha diseñado un programa que utiliza la inteligencia artificial en exámenes. El alumnado tiene que hacer la pregunta del examen al ChatGPT, copiar la respuesta y posteriormente el profesorado valora como la ha completado y mejorada.
¿El trabajo del buen docente, pues, implica integrar la tecnología en la educación y completarla con otras áreas de conocimiento?
Sí, y tenemos a muchos de rebeldes que los gusta romper moldes con sus alumnos. (…) Las máquinas nos ofrecen respuestas, pero estas respuestas las tenemos que pensar nosotros y, por lo tanto, hay que enseñar a pensar. Y esto pasa por los componentes más humanísticos que se tienen que nutrir de los científicos.
¿Cual tendría que ser la finalidad del arte y la filosofía en los centros educativos?
¡Disfrutarlas y usarlas! Historia del arte, por ejemplo, implica muchos conceptos históricos para trabajarlos creativamente, saber extrapolar, buscar, ser crítico y analizar, no memorizar fichas y autores. O bien cuando pedimos al alumnado que recuerde las características principales de la filosofía de Nietzsche. ¡No sirve de nada! Hay que utilizar estas ideas para saber interpretar la realidad.
A veces las familias entienden la educación como una carrera de aprendizajes…
Es un error porque se interpreta el futuro como una fuente de amenazas en lugar de verlo como una fuente de oportunidades y las oportunidades las aprovechas cuando tienes una mente plástica y flexible, y esto te lo da una buena combinación de todo, potenciando las artes y las humanidades.
¿A partir de qué edad recomendaría introducir las tecnologías educativas en el aula?
Si hay una pantalla y la usamos de vez en cuando no pasa nada, pero hasta medios de educación primaria las pantallas no tendrían que ser el vehículo principal de aprendizaje porque se tiene que trabajar sensorialmente. Los sentidos son la puerta de entrada de las informaciones hacia nuestro interior, todo nos llega por los sentidos. (..). Además del sentido de la vista, el gusto, el olfato, el tacto o el oído, hay otros que siempre se olvidan, como la propiocepción, la sensación que tenemos de la posición de nuestro cuerpo y la nocicepció, la sensación interna de nuestro cuerpo. Integrar todos los sentidos quiere decir utilizarlos tan simultáneamente como sea posible: el juego tradicional, chapotear cuando hay barro, menearte, etcétera. Esto una pantalla no te lo da.
Mejor tocar el agua de la lluvia, que no ver llover en una pantalla…
¡Exacto! Esto permite que tu cerebro aprenda a integrar mejor los sentidos y en el futuro le será más fácil adquirir nuevos conocimientos porque sabrá integrarlos mejor.
¿Cómo aprende nuestro cerebro con las tecnologías educativas?
El cerebro por instinto aprende siempre. Otra cosa es si aprendemos las mismas competencias o no. Las emociones hacen que el aprendizaje gane en eficiencia y estas tecnologías emocionan. De emoción hay, pero si se abusa se convierte en un hábito y deja de emocionar.
¿Cree que los centros educativos darán un paso atrás en esta cuestión?
El ideal es encontrar el equilibrio. Retroceder no es bueno, ni tratar la tecnología de endemoniada tampoco. Se tiene que encontrar el equilibrio. Si cuando nos hacemos mayores cada vez utilizamos más la tecnología, durante la infancia debemos utilitzarla menos.